El achaparramiento del maíz, es una enfermedad que presenta gran importancia en el norte del país, la misma es provocada por un organismo patógeno llamado Spiroplasma kunkelii.
Por: Natías Romani – INTA EEA Santiago del Estero
Al igual que en el mal de Río Cuarto, el patógeno es transmitido entre plantas enfermas y sanas a través de un vector, el cual es una chicharrita de nombre científico Dalbulus maidis, esta solo se alimenta de plantas de maíz vivas (Figura 1).

Esta chicharrita, es muy sensible a las bajas temperaturas, por lo que su población tiene una disminución muy importante en los meses de invierno. Durante la primavera, a medida que las temperaturas incrementan se pueden encontrar ejemplares en cultivos de maíz sembrados de forma temprana o en plantas guachas de maíz (Figura 2).

La importancia o impacto de esta enfermedad en el cultivo de maíz, dependerá no solo de la mera presencia del vector, ya que apenas el 2% de las chicharritas tienen la capacidad de infectar plantas. Así, a mayor número de chicharritas, mayor será la probabilidad de tener plantas infectadas. Es aquí que entra otro factor de gran importancia que afecta al crecimiento poblacional de este insecto: la humedad ambiente, a través del seguimiento de Dalbulus maidis en varias campañas, se ha podido determinar que la población del insecto presenta un gran incremento cuando la humedad ambiente aumenta, como resultado de la ocurrencia de precipitaciones (Figura 3).

De acuerdo con nuestra experiencia a campo y el seguimiento del cultivo a través de diferentes campañas, observamos que, en años secos con estrés térmico e hídrico la población presenta un incremento importante recién a finales de febrero, en cambio en años húmedos, este incremento se presenta en inicios de febrero.
Desde el punto de vista del cultivo, este será susceptible a la enfermedad durante las etapas tempranas del crecimiento, hasta el estado de 8 hojas. Si combinamos este comportamiento con la dinámica de la población del vector, podemos decir que en años húmedos las siembras que se realicen después del 15 de enero pueden llegar a ser muy afectadas por la enfermedad que ya que coinciden el estado juvenil del cultivo con altos niveles de población del vector. Dicha situación puede derivar en importantes pérdidas en el rendimiento a cosecha, ya que la enfermedad puede afectar hojas, tallos y espigas (Figura 4).

Finalmente, cabe aclarar que la susceptibilidad del cultivo es también una cuestión genética, donde en general los híbridos templados tienden a ser más sensibles y los tropicales más resistentes (Figura 5).

De acuerdo a lo descrito, siendo que se espera una campaña con mayores precipitaciones, el cultivo de maíz debería plantearse en siembras que no estén más allá del 15 de enero y en los casos que se retrase la implantación, se recomienda utilizar híbridos con genética tropical o tropical por templado para evitar importantes pérdidas a cosecha.
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